Existe otro aspecto con el que los creativos disfrutan y que también pone en guardia a padres, jefes y profesores: su inagotable capacidad para soñar despiertos. Hablamos de una especie de conexión con el monólogo interior de sus pensamientos y emociones que les permite, sin prisa y sin presión, asociar libremente ideas, buscar enfoques distintos para sus problemas, dar sentido a sus vidas (necesitan imaginar una narrativa que les ayude a explicar quiénes son y qué han venido a hacer a este mundo), planificar el futuro o asimilar experiencias y sensaciones nuevas. Todo ello se produce en soledad, un aspecto de sus vidas que cultivan en medio de una sociedad híperconectada y obsesionada con la pertenencia al grupo. No tardarán en levantar sospechas y escuchar diversas variaciones de «¿Te crees mejor que los demás?», «¿Tiene su hijo problemas de integración? » o «¿Por qué le das tantas vueltas a todo?».…
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La tercera habilidad es, como decíamos, convertir los estacazos de la adversidad en motivación para seguir adelante. Los que no dejan de crear durante toda la vida lo hacen no solo porque las dudas que albergan sobre sí mismos, los portazos en la cara o la intensidad de las emociones extremas no han podido con ellos, sino también porque han utilizado esas dudas, esos portazos y esas emociones traumáticas para convencerse de que han venido a aportar algo único, algo importante, algo que merece ser tenido en cuenta y que, tarde o temprano, se terminará apreciando. …
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